Inmaculada G. Mardones.- Por encima de todo, el máximo respeto a los onsen, los balnearios de aguas termales esparcidos por todo Japón. Tan sagrados como los espacios naturales. Pero no por razones ambientales como en occidente, sino por su asociación con las deidades animistas del sintoísmo que encuentran su hábitat en la naturaleza. Esto ha sido así hasta el desastre de las centrales nucleares de Fukushima de 2011 por un sunami.
Pero Japón es un gran consumidor de energía y carece de recursos propios. Su fuerte eran las centrales nucleares pero su reactivación ha quedado en punto muerto. Espacio sísmico donde los halla y situada en pleno Cinturón de Fuego del Pacífico, la industria geotérmica japonesa es uno de los principales fabricantes mundiales de turbinas especializadas, pero siempre las ha orientado hacia la exportación; ha mirado hacia afuera. Nada de explotar sus propios yacimientos térmicos. Han estado reservados a la ancestral costumbre de los nipones de bañarse en el agua caliente de los onsen, desperdigados por todo Japón. Hay casi 6.000 (con 27.000 fuentes termales) y facturan alrededor de 10.000 millones de euros al año
La crisis de la pandemia, el encarecimiento del gas natural y los compromisos adquiridos para reducir las emisiones de aquí a 2050 por el Convenio de París han hecho un agujero en la defensa de la inviolabilidad de los espacios naturales protegidos japoneses que, hasta ahora, se había mantenido con firmeza por parte del ministerio de Medio Ambiente. Pero su actual titular, Shinjiro Koizumi, acaba de levantar el veto a la exploración de los yacimientos geotérmicos en esos espacios donde se sabe que alojan enormes recursos geotérmicos, informa Nikkei.
Hacer en ocho años lo que ha costado 98
A finales de agosto, Koizumi reconoció que se van a explorar yacimientos geotérmicos en esos escenarios «sagrados» del sintoísmo. Su justificación está basada en datos exploratorios. Alrededor del 80 porciento de las localizaciones de esos yacimientos de elevadas temperaturas (unas 30) se encuentran dentro de esas áreas.
La misma fuente señala que «una treintena de sitios serán evaluados durante una exploración encomendada al Ministerio de Economía, Comercio e Industria, acción que, por esta vez, no sólo no ha sido paralizada por su colega de Medio Ambiente sino que está a favor de explotar los recursos geotérmicos tan abundantes en Japón.
Si el primer ministro Yoshihide Suga se ha comprometido a que el país reduzca sus emisiones un 46 por ciento para 2030 y alcanzar la descarbonización para 2050, no hay muchas alternativas. Y eso que la energía geotérmica sólo aportaría un uno por ciento de la producción de electricidad para 2030. Aún así, tendrían que agregar otros 500 MW de capacidad geotérmica en ese plazo, la misma que les ha costado instalar en casi un siglo.
Que la decisión política de dar un empuje a la geotermia va adelante está sustentada en que el presupuesto solicitado por el Ministerio de Economía para 2022 destinará 142 millones de euros a exploración y desarrollo de yacimientos geotérmicos de alta temperatura. Tendrán que darse prisa para alcanzar los objetivos de 2030 ya que el proceso de exploración y la puesta en marcha de una planta geotérmica suele necesitar alrededor de ocho años de trámites.
Primer fabricante mundial de turbinas geotérmicas
El escenario, sin embargo, es diferente al de épocas en las que se desarrollaron las primeras pantas geotérmicas.
El potencial geotérmico de Japón se estima en 23,7 GW -sólo por detrás de los Estados Unidos e Indonesia- y la potencia instalada de sus 83 plantas en activo es de tan sólo 554 MW; una diferencial enorme, habida cuenta de que son los primeros fabricantes mundiales de turbinas geotérmicas.
La explicación de esta disparidad no radica exclusivamente en el valor religioso de los espacios naturales donde se concentran los yacimientos. Poner en marcha una central geotérmica suponía una procelosa tramitación, casi tan compleja y duradera en el tiempo como para una planta nuclear por los requerimientos ambientales y administrativos.
La primera planta geotérmica nipona se inauguró en 1924 en Beppu para generación eléctrica, calentar viviendas y cocinar platos en restaurantes. Pero hubo que esperar hasta 1952 para inaugurar la primera central geotérmica comercial en Hachimantai en el norte de Japón. Construida por Japan Metal & Chemicals y con turbinas de Toshiba, la planta disponía de 9,5 MW de potencia, un 40% de su producción actual, y el uso de calor residual en aplicaciones agrícolas.

Plantas, como se ve en el gráfico, de un potencial mínimo, para usos muy locales, precisamente el objetivo que se persigue con el levantamiento del velo a los espacios naturales y la simplificación de los procedimientos.
Las nuevas políticas incluyen, además, una tarifa específica, o prima superior (1,5 veces más) a la de las plantas de generación grandes. Al ser inferiores a los 7,5 MW de potencia, no hace falta que se sometan a evaluación de impacto ambiental y pueden construirse en la mitad de tiempo .
Lejos de forzar la implantación de estas instalaciones en ámbitos locales, los promotores han negociado con los propietarios de los onsen y las posadas que acogen a los bañistas para demostrarles que las pequeñas plantas son compatibles con el termalismo y su impacto en el entorno natural no es comparable al de las grandes.

Es el caso de la planta junto a las termas de Tsuchiyu, la primera que se instaló en un parque nacional tras el accidente nuclear de Fukushima a muy pocos kilómetros de distancia, Kazuhiro Watanabe, propietario del balneario sostiene que miles de japoneses acuden cada año a contemplar cómo la planta no afecta a las aguas, lo que supone otra fuente de ingresos adicional. Las aguas residuales calientes de la planta calientan una piscifactoría de camarón gigante de río. Sus gambas se sirven en los comedores locales y pueden pescarse por los propios turistas.
La planta ha supuesto un revulsivo económico y social en una zona devastada por el tsunami y el perímetro de protección trenzado alrededor de espacios afectados por los residuos radiactivos de Fukushima.
De los 142 millones de euros destinados a explorar ubicaciones de futuras plantas en espacios protegidos, más de la mitad los gestionará la compañía Japan Oil, Gas and Metals National Corp. (JOGMEC) a lo largo de los próximos dos años. Kyushu Electric Power sostiene que más de la mitad de los potenciales emplazamientos serían comercialmente rentables, desde los acuíferos de las estaciones de esquí en Hokkaido en el norte hasta Kyushu, donde se ubican casi 28 plantas en torno a la primera que se construyó en Beppu allá por 1924.
JOGMEC ya ha estudiado cinco emplazamientos situados en los parques nacionales Daisetsuzan y Towada-Hachimantai desde hace dos años. A lo largo del año actual investigará 15 más y otros 15 el año próximo, algunos de ellos en esos espacios protegidos
En la imagen de apertura vista de la ciudad de Beppu, donde se levantó la primera planta geotérmica de Japón en 1924/ Steve Mcclure